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Necesitamos al enemigo tiempo para convencernos de que la vida no es tanto un acto de amor como de supervivencia. Uno solo desarrolla ese sentido de supervivencia cuando ve como enemigo, esto es, contrario a sus intereses, al tiempo. Aunque sea desde el día uno. Hay algo de épica en nuestra visión de la existencia que nos persigue de la cuna a la tierra o al éter.