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Los seres imaginarios laicos arrastran todavía mucha impronta de los mitológicos y, en concreto, de los religiosos. Tienen encanto mientras manifiestan una traslación literaria y, en general, de expresión artística. Son perjudiciales cuando esas connotaciones cuya irracionalidad tanto nos seduce en la contemplación creativa se proyectan para adecuar la organización social, controlar las pautas colectivas e incidir en la conformación ideológica de los individuos.