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Vivimos aferrados a un sentido de propiedad extrema sobre la vida. Nada que objetar. Sin embargo incurrimos en la contradicción de maltratarnos a nosotros mismos, de perjudicar a otros y de llegar también hasta el extremo de arrebatar ese derecho de propiedad a quien se nos ponga por delante, llegado el caso. Normalmente, esta tropelía última la mayoría de los individuos la ejercitamos por mediación. Delegando. A través de una guerra, para la cual damos carta blanca a los más infames de nuestra sociedad.